¿Qué es la contractura muscular?
La contractura se refiere a un cambio, para mal, en la estructura del músculo sin que éste se rompa. En el mundo de la salud se le conoce como punto gatillo o síndrome de dolor miofascial.
Estos cambios se producen en:
La fibra muscular que es la parte más pequeña del músculo (cada músculo está compuesto por miles de fibras). Se puede ver con un microscopio, que la fibra muscular se retrae, se inflama y se va fibrosando perdiendo la capacidad de contraerse y relajarse.
El nervio que transmite el dolor y la fuerza a esta fibra. Se puede ver con una electromiografía (una prueba de diagnóstico como el electrocardiograma que se usa para ver cómo está el corazón), que el nervio transmite mal el impulso eléctrico hacia el músculo[1].
¿Qué síntomas da la contractura muscular?
La contractura muscular tiene varios síntomas que pueden darse de forma aislada y/o combinada entre los mismos. Los síntomas más habituales son:
Dolor: es uno de los síntomas más habituales. Este dolor puede ser de dos tipos diferentes. Por un lado, puede afectar en la zona local donde se encuentra la contractura (por ejemplo, si tengo una contractura en la espalda, el cuello o la pierna, da dolor en la espalda, el cuello o la pierna). Por otro lado, también puede generar dolor a distancia. Esto se conoce como patrón de dolor referido. Cada músculo tiene un patrón de dolor referido específico por lo que un músculo puede tener un patrón de dolor referido muy cercano a la contractura o muy alejado. Por ejemplo, tenemos un músculo llamado piramidal o piriforme que puede dar dolor desde la nalga hasta la pantorrilla y que puede confundirse con una ciática o bien, en el otro extremo, los interóseos que son músculos que están en la mano y que tienen un patrón de dolor referido que no llega a la muñeca.
Rigidez: la vamos a encontrar de varias formas. Por un lado, vamos a poder tocar el músculo que está más duro y genera dolor. Se puede notar como todo el músculo está tenso y a lo largo del mismo, encontramos puntos gatillos o lo que comúnmente decimos como pacientes: “nudos”, “pelotas” o “aliens”. La otra parte de la rigidez, la observaremos en la movilidad de las articulaciones que cruza este músculo que va a estar reducida y en parte será dolorosa más hacia al final del movimiento por la activación del músculo. Un ejemplo, es el músculo trapecio superior, que es el músculo que está a medio camino entre el cuello y el brazo, y al que vamos todos a masajear de forma automática, que en caso de tener una contractura limita la rotación del cuello hacia el mismo lado.
Debilidad muscular: ésta se da de dos formas diferentes pero que pueden coexistir. Por un lado, podemos ver que este músculo se fatiga antes al mantener un esfuerzo mantenido. Esto lo podemos observar en corredores de larga distancia donde se cansan antes y no pueden mantener los ritmos de carrera por lo que a parte del dolor, tendrán peores marcas. Por otro lado, podemos ver que el músculo, tiene menos capacidad de movilizar una resistencia con pocas repeticiones. En este caso cambiamos la duración por la intensidad del ejercicio y lo podemos ver por ejemplo, en el gimnasio donde una contractura del pectoral mayor (que es el más grande los músculos del pecho), produce una disminución del peso que se puede mover en un press banca en el gimnasio.
Síntomas neurovegetativos: estos síntomas se refieren a cambios en la respuesta de los nervios que no tienen una relación directa con el funcionamiento del músculo. Estos síntomas pueden ir desde el lagrimeo o la visión borrosa, enrojecimiento o picor de la piel, cambios de temperatura hasta erizarse el vello corporal. Estos síntomas son específicos a cada músculo por lo que no todos lo producen, y no todos los producen en cualquier parte del cuerpo[2].
¿Qué causa la contractura muscular?
Existen muchas causas para la aparición de la contractura muscular. Para hacerlo más complicado, estas pueden combinarse de forma que no solo dependa de un factor concreto. Las causas más habituales son:
Uso indebido del músculo: los valores en los extremos en cuanto al uso del músculo, como todo en esta vida, son una causa de contractura muscular. En este caso, la falta de un mínimo de actividad muscular genera una falta de circulación local y por tanto de oxígeno aumentando el riesgo de contractura. Por otro lado, el uso excesivo del músculo lo puede ocasionar. Habitualmente se hace mención a movimientos repetitivos que se pueden hacer tanto en la vida profesional como deportiva. Sin embargo, me gustaría añadir que los usos más intensos de la capacidad del músculo también pueden generar esta contractura.
Traumatismo directo: los golpes directos sobre el músculo pueden generar un colapso de la circulación sanguínea local y realizar una contractura como respuesta.
Ergonomía deficiente: las posturas mantenidas en el tiempo como puede ser esos trabajos administrativos con largas jornadas delante del ordenador, producen ese déficit de la circulación y del oxígeno favoreciendo la contractura.
Alteraciones estructurales: los cambios en el esqueleto pueden favorecer la aparición de la contractura. En este sentido, sabemos que problemas en la articulación como la artrosis o la artritis o en la posición de los diferentes huesos como la escoliosis facilitan su aparición.
Más allá del sistema óseo y muscular tenemos otros factores que pueden causar la contractura y que es interesante mencionar ya que suelen estar implicados, y sobre todo, en todos aquellos casos donde el tratamiento de los más habituales no acaba de resolver el problema. Estos factores son:
Metabólicos: tiene que ver con la parte bioquímica del cuerpo. Dentro de este grupo, sabemos que los pacientes con problemas en las tiroides, sobretodo el hipotiroidismo (que es la situación donde se producen menos hormonas tiroideas), el déficit de vitamina D y/o de hierro pueden causar la contractura muscular
Psicosociales: tienen que ver con las emociones y las relaciones sociales. Dentro de este grupo, sabemos que tanto la ansiedad como la depresión pueden causar contracturas musculares[3].
¿Cómo sé que tengo la contractura muscular?
El diagnóstico de la contractura muscular pasa por varios aspectos que tenemos que ir recopilando y que nos dirigen hacia la contractura. Lo primero que tenemos que hacer es una historia clínica iniciando por la recopilación de información, cosa que se conoce como entrevista o anamnesis. Para ir en la buena dirección, tenemos que tener varios de los síntomas que hemos descrito anteriormente.
A continuación debemos realizar la exploración física como la palpación de la contractura. Esta tiene que tener las características que hemos mencionado anteriormente y que nos permitirá acabar de realizar el diagnóstico[4].
¿Cómo tratar la contractura muscular?
Existen muchas herramientas y estilos de tratamiento. Ahora los nombraré, pero para ser lo más efectivos y profesionales posible tenemos que seguir un algoritmo para ir reduciendo las probabilidades de supervivencia de la contractura y también de su resurrección.
Por esto, te cuento como debería seguir la pauta. En primer lugar, tenemos que ir descartando o tratando todos y cada uno de los factores que hayan podido causar la contractura. No lo quiero alargar demasiado, pero la gran mayoría de causas de la contractura pueden comportarse como factores perpetuantes, es decir, factores que hacen que la contractura no se vaya por más que la estemos tratando de la forma que toca. Las causas más habituales son las que hemos descrito más arriba.
Para dejarlo más claro, te pondré el ejemplo de una contractura de los gemelos generada por sobreuso y además por falta de vitamina D. En este caso, tendremos que modificar el uso que se le dé a los gemelos y también mejorar los niveles de vitamina D antes de realizar el tratamiento de la contractura. Esto parece obvio, pero entre pacientes y terapeutas, es muy habitual ver como las sesiones se repiten hasta el infinito y más allá con el mismo guión por saltarse este paso.
En segundo lugar, tendremos que valorar las otras situaciones o patologías que pueden coexistir con la contractura y que pueden retroalimentarse entre ellas de tal manera, que va a ser importante tratar ambas para que la cosa vaya mejor. Dentro de estas situaciones, se encuentran las infecciones víricas y bacterianas, las enfermedades reumáticas o autoinmunes como la espondilitis anquilosante o la artritis reumatoide, las compresiones nerviosas como las hernias discales, las alteraciones del sistema nervioso como la fatiga crónica, la fibromialgia o el insomnio[5].
En tercer lugar, vamos a tratar la propia contractura muscular. Aquí la recomendación es combinar varias maneras de tratar. En primer lugar, haríamos el tratamiento por el profesional que es más específico y que a parte de tener más efecto sobre la contractura porqué es a lo que se dedica y se cansa de verlo habitualmente en la consulta, nos puede ayudar a planificar el tratamiento por parte del paciente.
El profesional puede usar:
Elementos mecánicos: se pueden usar las manos a través del masaje y del estiramiento (con todas sus variaciones), así como otros dispositivos como pueden ser agujas y en su modalidades sin medicación (acupuntura o punción seca).
Elementos eléctricos: se pueden usar algunos aparatos para el tratamiento como pueden ser el ultrasonido, la diatermia o la electroacupuntura (que es la combinación de la corriente eléctrica con la aguja de acupuntura). El que queda un poco en entredicho, es el TENS, que es una corriente que se pone con unos parches de superficie y va dando un estímulo mantenido en el tiempo. Algunos estudios muy bien hechos, apuntan a que no tiene un efecto significativo sobre la contractura[6].
Elementos térmicos: se puede usar tanto el frío, el calor como el contraste. Aunque los estudios muestran que ambas aplicaciones son beneficiosas, yo personalmente, me inclino por el calor local ya que aumenta la circulación y la llegada de oxígeno mientras que el frío tiene el efecto contrario.
Elementos biológicos: se pueden usar algunos medicamentos tanto a nivel de superficie, en profundidad o por vía oral. Estos pueden ser analgésicos como la lidocaína, antiinflamatorios como los corticoides y otros como la toxina botulínica. Es importante valorar el caso con el especialista pues estos tratamientos tienen más riesgo de efectos adversos. Dentro de los medicamentos por vía oral, se puede usar los relajantes musculares como el diazepam y otros antidepresivos como los inhibidores selectivos de la serotonina aunque también tienen sus efectos secundarios y amplios efectos sobre todo el organismo que es importante valorar y sopesar[7].
¿Qué puedo hacer en casa con la contractura?
Aquí enlazamos con la parte que puede hacer el paciente en casa. Aquí hay varias cosas que puedes hacer independientemente de los otros factores que hemos citado previamente. Lo que te voy a contar son lo que se llaman los factores beneficiosos, es decir, ayudan a que no empeore, a que mejore un poco y lo podemos hacer de forma generalizada. Estas cosas que podemos hacer son las siguientes:
Calor local: podemos usar ducha de agua caliente, bolsa de semillas que se ponen en el microondas, esterilla o infrarrojos. Se pueden realizar tandas de 10 minutos cada hora sin problema. Con esto mejoramos la circulación, promoviendo la entrada de oxígeno y otros compuestos necesarios para el tratamiento de la contractura
Estiramiento local y suave: podemos realizar estiramientos del músculo afectado de forma suave hasta notar la tensión muscular y siempre por debajo del umbral del dolor. Nos ayuda a mejorar la circulación y a bajar el tono muscular a través de unos reflejos musculares.
Automasaje suave: podemos realizar un masaje con nuestras propias manos o con otros instrumentos (yo soy muy fan de las pelotas de tenis). El masaje es localizado y suave. La idea es no pasar el umbral de la molestia ya que la percepción del dolor puede producir el efecto contrario de lo que estamos buscando.
Fuera de estas herramientas, también hay otras cosas que podemos realizar en casa como los ejercicios de diferente tipo pero aquí sí que es mejor hacer una prescripción. La idea de hacer ejercicio sin un seguimiento y supervisión tiene más riesgo de tener algunas crisis de dolor. Yo soy más partidario de pactar con el paciente para llegar a buen puerto.
Bibliografía
[1] Urits I, Amgalan A, Israel J, Dugay C, Zhao A, Berger AA, et al. A comprehensive review of the treatment and management of Myofascial Pain Syndrome. Curr Pain Headache Rep 2020;24. doi:10.1177/1759720X20979497.
[2] Urits I, Charipova K, Gress K, Schaaf AL, Gupta S, Kiernan HC, et al. Treatment and management of myofascial pain syndrome. Best Pract Res Clin Anaesthesiol 2020;34:427–48. doi:10.1016/j.bpa.2020.08.003.
[3] Tantanatip A, Chang K. Myofascial pain syndrome. StatPearls Publ Treasure Isl 2023:jul 4.
[4] Simons DG, Travell JG. Myofascial origins of low back pain. I. Principles of diagnosis and treatment. Postgrad Med 1983;73:66–77. doi:10.1080/00325481.1983.11697756.
[5] Mccain GA, Seudds RA. The concept of primary fibromyalgia (fibrositis): clinical value, relation and significance to other chronic musculoskeletal pain syndromes. Pain 1988;33:273–87.
[6] Gibson W, Wand BM, Meads C, Catley MJ, O’connell NE. Transcutaneous electrical nerve stimulation (TENS) for chronic pain - An overview of Cochrane Reviews. Cochrane Database Syst Rev 2019;2019. doi:10.1002/14651858.CD011890.pub2.
[7] Fricton J. Myofascial Pain: Mechanisms to Management. Oral Maxillofac Surg Clin North Am 2016;28:289–311. doi:10.1016/j.coms.2016.03.010.